miércoles, 25 de abril de 2012

¿Y que quieres que te cuente de ''ese'' lugar?
¿Que, como lo encontré? Ah, pues te diré lo mismo que digo siempre '' fue todo obra del destino que entrelazo mi camino con...''.
Ahora que lo pienso de nada sirve mentirte y contarte una farsa de la realidad, de cualquier manera sea mintiendo o relatándote los sucesos me tacharas de loco y, si tengo suerte de mentiroso.
 En ese momento yo no era mas que un iluso que apenas comprendía su mundo y en mis peores días  se convertía en el peor de los necios, llegue a creer que todos debían adaptarse a mi, en fin era un necio. Caminando por la calle vi que al rozar mis pies contra la muerte que se afilaba en mi contra y sin embargo no temía por mi, mis pasos se aligeraban y me acercaba cada vez mas. Realmente lo deseaba, caminaba en el borde de lo irreal con un sueño imposible de por medio  y en mi mente la pregunta se repetía. ¿Que podía perder?
El extraño tintineo que me llevo a girar mi rostro, era el sonido de la muerte clamando por mi nombre, cedí ante ella y balancee lentamente mi cuerpo. La luz se interponía, el impacto llego tan repentino que pensé en casi no buscarlo.  Al darme cuenta de aquella insignificancia ya era demasiado tarde, lo suficiente para no poder retractarme de palabras o actos estúpido.
 De mi corazón solo sentí un tirón, una fuerza atrayente que chocaba contra mi, un dolor de otro tipo. Por un momento todo en mi sintió el golpe descomunal entre mi frente y mi tórax, lo recuerdo solo era un instante amargo de lo que viví.
En un principio el ruido del carrusel me atrajo, creí recordar mi infancia pero mis manos tal cual estaban un segundo antes me hicieron volver en si. Raramente no entendí que era todo eso, lógicamente me lo tendría que haber cuestionado y no fue así, sin embargo no tuve dudas de lo que tenia que hacer. Mis primeros pasos, al igual que los de un recién nacido, eran torpes e ingenuos en su totalidad. La gente que pasaba me hacia trastrabillar, el aroma de la comida me motivaba a entrar y mas que todo era la atracción que sentía por aquel lugar. Tan solo fue un minuto, el minuto mas feliz de mi vida he de aclarar, sin motivo ni razón era una simple lugar que apareció ante mis ojos como un regalo. Era el lugar que necesitaba, no existía voz capaz de penetrar en mi mente abarrotada  y una inmensa paz me abordaba con total gracia, y simplemente la acepte hasta volver a despertar para encontrarme en mi gran pesadilla.
Las multitudes aumentaban, pasaban al lado mio, algún que otro niño me miraba con ternura; la música era un murmullo en el aire que se propagaba al unisono con las risas de los extraños.
De ahí en mas, antes de dar otro paso, lo denomine como ''mi propio país de las maravillas''; ¿Y que si fuera tan solo una fantasía mas? No tenia mucho de extraño o maravilloso, solo la calidez este mecánico musculo que mueve según dicen los sentimientos, dichoso corazón. Deseaba cuestionarlo todo y nada, pero las interrogantes no se formulaban fue ahí que acepte las cosas como eran y, solo tal vez sea porque me gustaba de tal modo. Como un niño inocente camine entre la multitud hasta casi no sentirla latente casi comparable a una masa común que se mueve por un pensamiento único, y es que mirada o movimientos eran idénticos uno de los otros. En el fondo casi vislumbrando el movimiento giratorio del carrusel una dama extraña, cabe aclarar que era completamente diferente al resto tanto en su vestimenta como en presencia, aquel misterio hipnótico me arrastro a la trampa de su encanto. Aquellos cuerpos amorfos se desplazaban hasta desaparecer y la luz consigo, de la nada era plena noche y aquel encantador sonido era un silencio espectral. Aquella mirada recubierta por el velo de las incógnitas mas que puertas abismales eran; tan inocentemente he llegado sin prestar queja. Producía un cierto miedo reverencial, deseaba casi en demasía sentarme a sus pies y desenrollar su historia, ante ese encanto me acerque y si eso fuera la muerte seria bien recibida. De sus guantes negros a la punta de sus delicadas manos una caricia contemplo mi rostro, con la ausencia de palabras o sentimientos la pude apreciar en totalidad. 
La risa, los aromas, el tintineo imparable estaba de vuelta en otro asalto de locura momentánea, lo dude pero seguía ahí tan impaciente por una respuesta a una pregunta que desconocía. El delicado movimiento de sus brazos hacia mi indicando mi acercamiento fue tan fugaz, seguramente nadie mas lo noto, y por segunda vez consecutiva yo acortaba la distancia entre ambos. Con la elegancia de una dama prodigiosa tomo con cautela mi brazo y me dejo vagar por las profundidades de esta Maravilla, al conocerlas me guió entre escombros y colinas de ensueño. Los que consideraba seres, no eran mas que fantasmas que iban y venían, ahora bien la noche o el día convivían en no mas que un minuto de paz. Veía como cobraban vida los sueños nunca hechos realidad, lo que fue, es y sera...todo fusionado en uno mismo. Era un invitado de mi dama, me mostraba todo y lo único que podía regalarle era mi sonrisa, poco a poco deje mi vanidad marchita es que en este lugar no tenia razón de ser. Ante aquel monumento de fantasía pura pasaron no menos que trecientos soles y mil lunas diferentes, cada una con su encanto deslumbrante, por horas observaba la tenaz lucha entre ambos espectros de apariencia opuesta. 
Las interrogantes, percepciones negativas, soberbia, odio, rencor, entre otras tantas, no tenían lugar y mucho menos un motivo por el cual estar. Resultaba ideal no ser tan humano como creía, poder obviar lo que había observado en otros o en mi y destetaba fervientemente. Si dormía nada me mortificaba excepto quien era mi dama, pues ella me atrapa con sutileza, no conocía quien era. 
Piel frágil como el viento, dulce melodía cual voz y el perfume que envenena mis sentidos. He ahí ella, que baila en mi carrusel para alegrar mis tardes de invierno, mientras muero con el néctar que se encuentra en mi sistema.  Las tardes blancas empañadas por el propio aliento se disipan de mi y me atraen a la realidad de una noche en la que casi muerto por las luces centelleantes de esa Avenida perdida. Juro encontrarla noche tras noche cuando se esconde para acariciarme sin que nadie nos vea.

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