jueves, 22 de noviembre de 2012

El poder de lo insignificante


De entre miles de cara, ella se fijo en mis pupilas; suena mas que extraño admitir ese hecho, sobre todo para quien trata de huir de esos atributos tan humanos.
Vagando inevitablemente, desconocía la voz que procedía de sus labios, a que se dedicaba y otros tantos asuntos mundanos; fueron instantes en los que la vida me daba a entender como el resplandor del alma se podía desbordar en belleza. Era sencillo, lo sentía, y no necesitaba mas que eso.
Estos meros humanos también hechizan..
Cientos de características impactando en mi: el tono impecable de la piel, la forma en que los cabellos le caían en los hombros cubiertos, esas delicadas manos recubiertas de joyas, la mirada apacible. Todo eso y mas era lo que me llevaba a detenerme a observarla, para luego dejarla ir. Básicamente me conforme con esos destellos que me brindo por un lapsus mínimo;¿ cuando me volvería a enredar en detalles? ¿Y es que el pecado recaía en admirar un envase?
Aquí no es tan diferente de allá; esa belleza no era mas que musa, pero llegar tan alto como para serlo requiere de un camino arduo.
Me enamore de la finura, del contexto que la apartaba y dejaba de ser común, del alma que estallaba en silencio. He ahí cuando comprendí que estaba ante el equilibrio perfecto, nunca antes visto por mi persona, y existía cuando se anidaba en su piel o mejor aun en su vida fugaz.
Un contexto extraordinario, pero no dejaba de ser un sueño del cual siempre despertaba somnoliento, divisando un lugar lejano junto a desconocidos que quedaban borroneados por completo.
Todo esto también se esta quemando, y se olvida inmediatamente.