lunes, 25 de junio de 2012

En la selva de la vida se encontraba, por un camino perdido se extendía los laberintos del pasado y en ellos se colgaban imágenes tanto de los fracasos como de las victorias. El paso de los días, al parecer iba dejando vacíos detrás de cada recuerdo como una sombra a la que ignorar; con un poco de zozobra se enfrentaba a velos ya descubiertos, a besos robados que guardaban un poco de pasión aun, a la muerte tanto como a la vida,   aquellos secretos que solo relucen en la luz de lo improvisto, a la ráfaga del alma que al encenderse difícilmente se apaga, aquel eterno encuentro que duro siglos (en tiempos de impacientes) contra el viento y como una sonrisa negra dio en su cúspide la despedida final, al deseo innegable de existir en cada suspiro porque al parecer no hay quien se resista a tan sublime obsequio. No obstante ese fulgor estaba a la par de la murria que que acongojaba ese cuerpo que merodeaba por las puertas del abismo.
Con dificultad divise  las lineas que dedicaba a una capa que caía con suavidad, sin nada al descubierto no sabría decir de quien se trata todo este infierno, rara vez pude decir que aquel sitio tuviera la sensación partida entre agonía y la belleza de una estrella que acaba de perder su ultimo segundo. La presión en el pecho me hacia sucumbir ante su presencia; sin embargo era como si no fuera mas que una piedra que nadie ve, en cambio sin ser algo especifico cuando era nada y nadie a la vez, verlo todo con un delicado cristal entre su nariz y los actores de por medio. 
El escenario volvía a cambiar; esto era totalmente nuevo ante sus ojos, y viejo para la eternidad a la cual todo le resulta un chiste con cierta parcialidad de gracia. Una tormenta de arena desaparecía la majestuosa vista anterior, ahora con mayor claridad observaba ese punto negro que se presentaba en aquel ingente desierto. Danzaba entre la tormenta una figura borrosa, seguía siendo la misma insípida mancha en el horizonte, y sin embargo adquiría cierta elegancia con sus movimientos ; invocaba con energía fugaz las puertas que iban abriendo paso de un mundo a otro. En su danza una de sus manos que se alargaban junto con la espada que esgrimía; lo que mueve al cuerpo y el alma se termina perdiendo en una ilusión fatal que se desprende con facilidad mientras se vuelve polvo en el viento. Al clavar en la arena la Espada de la Victoria, dos grandes puertas se abren y desgarran la tierra, la capa termina volando mas allá de lo que se puede ver y aquel punto negro se vuelve precisamente lo que siempre pareció ser otro ser humano condenado; aquella figura termina siendo arrastrada hasta las profundidades dejando una estela de su  melena dorada y el esplendor de una bella dama. 
Minúscula fue la experiencia, al recordarlo cuestión de minutos que parecieron milenos y así termina sucediendo con todo lo que queremos guardar. El único motivo para seguir el destino fatal de aquel desconocido era saber de su finita existencia, como un ignorante busco hasta observar el ultimo destello de luz antes de que la oscuridad consumiera el espíritu.

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