martes, 22 de enero de 2013


Antes de marcharse tenia que dejarle a su amada un regalo, el recordatorio de ese amor impropio; esas manos tan manchadas de recuerdos ajenos se atrevió, esa es la palabra, acaricio el cuello de Liesel sin percatarse de las fallas que había cometido..
Ah, por unos segundos olvido la cantidad de veces que sus victimas pedían piedad, y es que aquellas imploraciones eran su pago, pues jamas descansaba a costa de esos susurros. En ese instante de pura paz, y de completa excitación, esas pesadillas quedaban enjauladas para futuras noches de poesía..
No hubo remordimiento alguna, de hecho hasta pensó en marcharse y dejar que esa mujer se marchitara con el tiempo, hasta saboreo la delicadeza que le otorgaba. Moriría hermosa, y frágil, conservando esa piel de porcelana; cuando Edgar reculaba en todo esto, podía imaginarla en el féretro, que aquella Dama fuera una pieza de arte y que en horas se desvanecería en un montón de tierra.
Debió ser ese el motivo, entre otros tantos, para salir corriendo desde el vestíbulo hasta donde reposaba Liesel. Cientos de murmullos se arrollaban contra el con ímpetu de detenerlo, toda esa ira disfrazada de ternura estallo en gritos ensordecedores y un remolino de reproches brotando de las manos; era de esperarse que los sueños se rompieran en un estallido de pánico, y una forma de apagar el interruptor de esa locura.
La mirada furiosa que destellaban en esos ojos nada tenia que ver con aquel hombre que había conocido recientemente. Nadie sabría que eso fue lo ultimo que vio en ese amanecer.
Despertar..significaba morir.
Se abalanzo sobre aquel cuerpo, estrechando la distancia entre las manos y la cara hasta descender al cuello; fueron un par de minutos eternos donde la vida se esfumaba -literalmente se esfumaba de esas manos-, no sin antes maldecir y farfullar palabras inentendibles..
Quizá cuando Edgar falleciera alguien seria le pondría una placa que dijera..''Aquí yace otro hipócrita, otro ladrón de almas, el mejor de los cuentos inconclusos''.
Como era de costumbre concurría a cada funeral donde se ''festejara'' las consecuencias de sus actos, era como un juego donde nadie sabia quien era y podía divisar a lo lejos la culpa que de noches lo terminaría apagando.
Nunca antes dormir le había sabido tan mal; la escena se repetía con mayor claridad, y las palabras esta vez no se deslizaron, mas bien quedaban en su memoria. Despertaba repitiendo lo ultimo que pronuncio Liesel..
''Seré el cuervo que te atormente, el verdugo que esperara en tu ultimo día.''
No sin antes fallecer en cada amanecer, culparse y retorcerse de un dolor imaginario. Transcurrieron varios años recordándola, viéndola en profundidad, y entre tantos detalles que se salteo descubrió que aquellos ojos oscuros guardaban un secreto, la negrura se expandía en la mirada hasta captar toda la atención.
Pasarían varias décadas hasta que se materializara en realidad pura. Fue una lastima que nadie le pusiera un epitafio adecuado, ni que alguien lo visitara a excepción de aquella delgada sombra que arremetía contra las noches de invierno.

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