Antes de marcharse tenia que dejarle a
su amada un regalo, el recordatorio de ese amor impropio; esas manos
tan manchadas de recuerdos ajenos se atrevió, esa es la palabra,
acaricio el cuello de Liesel sin percatarse de las fallas que había
cometido..
Ah, por unos segundos olvido la
cantidad de veces que sus victimas pedían piedad, y es que aquellas
imploraciones eran su pago, pues jamas descansaba a costa de esos
susurros. En ese instante de pura paz, y de completa excitación,
esas pesadillas quedaban enjauladas para futuras noches de poesía..
No hubo remordimiento alguna, de hecho
hasta pensó en marcharse y dejar que esa mujer se marchitara con el
tiempo, hasta saboreo la delicadeza que le otorgaba. Moriría
hermosa, y frágil, conservando esa piel de porcelana; cuando Edgar
reculaba en todo esto, podía imaginarla en el féretro, que
aquella Dama fuera una pieza de arte y que en horas se desvanecería
en un montón de tierra.
Debió ser ese el motivo, entre otros
tantos, para salir corriendo desde el vestíbulo hasta donde reposaba
Liesel. Cientos de murmullos se arrollaban contra el con ímpetu de
detenerlo, toda esa ira disfrazada de ternura estallo en gritos
ensordecedores y un remolino de reproches brotando de las manos; era
de esperarse que los sueños se rompieran en un estallido de pánico,
y una forma de apagar el interruptor de esa locura.
La mirada furiosa que destellaban en
esos ojos nada tenia que ver con aquel hombre que había conocido
recientemente. Nadie sabría que eso fue lo ultimo que vio en ese
amanecer.
Despertar..significaba morir.
Se abalanzo sobre aquel cuerpo,
estrechando la distancia entre las manos y la cara hasta descender al
cuello; fueron un par de minutos eternos donde la vida se esfumaba
-literalmente se esfumaba de esas manos-, no sin antes maldecir y
farfullar palabras inentendibles..
Quizá cuando Edgar falleciera alguien
seria le pondría una placa que dijera..''Aquí yace otro hipócrita,
otro ladrón de almas, el mejor de los cuentos inconclusos''.
Como era de costumbre concurría a cada
funeral donde se ''festejara'' las consecuencias de sus actos, era
como un juego donde nadie sabia quien era y podía divisar a lo lejos
la culpa que de noches lo terminaría apagando.
Nunca antes dormir le había sabido tan
mal; la escena se repetía con mayor claridad, y las palabras esta
vez no se deslizaron, mas bien quedaban en su memoria. Despertaba
repitiendo lo ultimo que pronuncio Liesel..
''Seré el cuervo que te atormente, el
verdugo que esperara en tu ultimo día.''
No sin antes fallecer en cada amanecer,
culparse y retorcerse de un dolor imaginario. Transcurrieron varios
años recordándola, viéndola en profundidad, y entre tantos
detalles que se salteo descubrió que aquellos ojos oscuros guardaban
un secreto, la negrura se expandía en la mirada hasta captar toda la
atención.
Pasarían varias décadas hasta que se
materializara en realidad pura. Fue una lastima que nadie le pusiera
un epitafio adecuado, ni que alguien lo visitara a excepción de aquella delgada
sombra que arremetía contra las noches de invierno.
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