sábado, 8 de septiembre de 2012


Se mecía en aquella vieja silla reclina-ble, mientras tecleaba sobre la maquina de escribir una nueva historia, giraba sobre su propio eje buscando las palabras justas para no desenfocar la historia y que al igual que un rompecabezas todo encaje perfectamente. Queriendo darle cierto orden, tal sutileza lo suficientemente hermoso como para ser admirado y ser considerado de tal genialidad, y de trasfondo un mensaje único que dejaría algo en que pensar, una historia que cambie perspectivas; muy rebuscado pensaría cualquiera, en este hombre una tarea mas de su pasión. De ninguna manera quería entregar todo de si en una bandeja, y esa era de las tantas razones por la cual no le molestaban las criticas sobre sus textos, iban dirigidos especialmente para quien entendiera mas allá de los superfluo.
Era un hombre sencillo, al menos a su criterio, el ojo critico de cualquiera diría lo contrario;y sin bien había meditado demasiado acerca de aquel tema, siempre llegaba a la misma conclusión, aquella complejidad no existida para si mismo, ante los demás en realidad era un desconocido analizado desde la distancia.
La palabra para definiros era la de su propia naturaleza, animales prudentes. Y ahí estaba lo que le faltaba para desencadenar un poco mas de tinta y dar un buen final a sus actos inconclusos.
No era tan tarde, pero había culminado su trabajo. Algo en esa habitación volvía al silencio, mas allá de que el sonido de la maquina de escribir cesara se trataba de otro incomodidad, no era un suceso extraordinario puesto que era lo que acontecía hace mas de un par de años cuando ya no había nada que decir. Pero como un buen camaleón, nuestro escritor se acomodaba fácilmente, esa ausencia de sonido y pensamiento, solo dejaba un lienzo que a la noche se volvía a reescribir con sueños. Mirando a esas cuatro paredes crucificaba el dolor, la pena, amor, y otros tantos sentimientos variados, como cuadros valiosos que deben ser admirados mas no tocados. Un escudo que atraviesa la sala representando la sonrisa olvidada, porque era necesario representar que todo lo perdido es un trofeo de una batalla perdida o ganada, puesto que en la lucha se debía dar un sacrificio..
Se adormecía en el leve movimiento de la silla, cerraba los ojos e imaginaba estar en cualquier otro lugar, con alguna persona que realmente existiera y no solo fuera de cristal. Al fin entre papeles y tinta todo moría, incluso su existencia era nula a comparación, pero si existía alguien cuando todo se volvía amargo e incoloro. El sonido volvía como una chispa que enciende la vida, tapando sus ojos nuevamente, susurrándole a un Sr. Nadie. Hablaba de tantas cosas que no entendía en lo absoluto, la voz resultaba conocida, mas su fragilidad le era totalmente indistinta. Ya nada era molesto, algo desapareció junto a esa extraña Dama sin color, para ella era un mundo aparte donde la normalidad no se desvanecía y continuaba enhebrando sueños que parecían cercanos aun con su incoherencia. Otorgaba el sueño reparador para sanar heridas antiguas, desaparecer sin identidad, un don sin nombre que pretende ser lo que los demás son, danzando con lo efímero sin revelar ni una ínfima parte de sus deseos pero si nadie había podido, esta era la excepción. Enredándolo todo para que fuera lo que necesitaba, la inyección que precisaba con urgencia. Dulce, traslucida como el agua, con cierto luto largaba la piedad junto con sus manos..abriendo nuevamente los ojos al silencio del vació.

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